miércoles, 17 de agosto de 2011

#Caravanamx : Cuando el miedo y el dolor entrelazan a México

Gustavo Sánchez B.
Foto 1 y 3: Diego Mateos
Más que los cambios de clima, caminos largos, el cansancio físico, lo que pesa son los muertos con nombre, apellido y familia, que salen a la luz en el transcurso de la primera Caravana por la Paz, que en junio encabezó el poeta Javier Sicilia, a quien le asesinaron a su hijo, Juan Francisco.

Y es que cuando ya se expuso una historia horrible, alguien cuenta otra peor. Son las madres, los padres, hijos, hermanos, familiares pues, de los que fueron asesinados en alguna parte de la extensa geografía del terror que se ha vuelto México en menos de cinco años. Quienes quieren ser escuchados, suben a un templete, toman el micrófono y comienzan a contar su tragedia. Mientras, a otros dolientes los encontramos con una cartulina y el corazón en la mano, recordando a su o sus muertos, en alguno de los estados que visitamos: Michoacán, San Luis Potosí, Zacatecas, Durango, Coahuila, Monterrey y Chihuahua.

Distrito Federal, 4 de junio del 2011.-Con el Ángel de la Independencia como testigo, habla Javier Sicilia: “Queremos, con nuestro consuelo mutuo, con esto de estar juntos en la soledad del otro, de todos nosotros que somos dolientes, tocar el corazón y la conciencia de la inhumanidad de los criminales y el desdén de los gobernantes…”.
El poeta hoy viste como casi siempre: pantalón de mezclilla gastado, playera blanca como última capa, chaleco beige de pescador, sombrero texano y, lo infaltable, las botas de motociclista que le compró su hijo, además de la chamarra café de borrega que también le regaló Juan Francisco, la cual usa ahora pese a que la mañana está bañada de rayos de Sol.
No. No olvida la poesía: “Nuestro corazón está brotando flores a mitad de la noche, el corazón herido responde al dolor con flores que son formas del amor, del consuelo –como le he llamado a esta caravana- de la unión, del estar con la soledad de los otros y es la respuesta a la noche que nos han impuesto en esta guerra…”.
A su vez, con su peculiar acento norteño, el líder menonita Julián Lebaron dice: “La cuenta de sangre es demasiado grande; el color rojo se acumula en el piso y comienza a borrar nombres, apellidos, vocaciones, edades, sexos, clases sociales y color de piel”. Y hoy, como desde que empezó este movimiento, Lebaron recuerda a su hermano, Benjamín, y la de su amigo, Luis Whitman, asesinados en el municipio de Galeana, Chihuahua.
Luego de los discursos, la gente comienza a llenar los autobuses. Al viaje, se suman personajes como Arturo Reyes Isidro, “el señor árbol”; José Ortiz Urenda, quien da vida al Miguel Hidalgo; un hombre que representa a Emiliano Zapata; Yayo, el mimo de la nariz roja; en total son aproximadamente trescientos ciudadanos, más unos cien reporteros. Una tribu entrelazada por el miedo. Y el dolor.

Morelia, Michoacán, 4 de junio del 2011.- En el horizonte, cae el Sol. Bajamos del autobús para recordar y caminar. Recordar que en este estado, en diciembre del 2006, Felipe Calderón Hinojosa inició la guerra contra el narcotráfico. Caminar unas cuantas cuadras del Centro Histórico, en el que como parte de su historia está el 15 de septiembre del 2008, cuando fue detonada una granada la noche del Grito de Independencia en la plaza Melchor Ocampo, por lo que murieron ocho personas.
Hacia esa plaza avanza la Caravana.
Al templete, colocado frente al Palacio de Gobierno, invitan a subir a los dolientes. En un rato, se llena de cuerpos, de pancartas y llanto. Como el de María Herrera quien se presenta como “una madre destruida por el dolor”, al tener desaparecidos a sus cuatro hijos, Jesús, Raúl, Gustavo y Luis Armando, oriundos de Pajacuarán, donde, por cierto, reportan a una veintena de personas “levantadas”.
En el escenario, se sueltan más reclamos. Es una lista, un recuento de los daños paralelos a los muertos del sexenio calderonista: el michoacanazo, los levantones, la aparición de la Familia Michoacana, la lucha de los indígenas de Cherán. También aparece la imagen de María Esther Aguilar Cansimbe, una periodista desaparecida desde hace varios meses.
“Esta guerra nos fracturó… No somos nada solos y juntos somos más poderosos que todos los delincuentes. Ésta es una lección de la verdadera democracia, esta solidaridad de estar juntos con nuestros dolores”, asegura Javier Sicilia, frente a más de mil personas congregadas.
Ante ellos, el poeta pide cambiar el grito de “no están solos” por “no estamos solos”. Y esa consigna se suma a otras, como la de “vivos se los llevaron, vivos los queremos”,
Nos penetra la oscuridad de la noche. Pero las luces de la Catedral, y de los edificios  que la rodean, se encienden, e iluminan.
“Tenemos que salir de este infierno y dolor que nos han impuesto”, apuntala.

Rumbo a San Luis Potosí, 5 de junio del 2011.- Avanzamos entre el lago de Cuitzeo, pasamos por el campo fértil, las vacas flacas, las casetas de cobro, hacemos un alto en Irapuato y, por fin, llegamos a la siguiente parada: San Luis Potosí, donde el amarillo de la sequedad y las montañas camufladas, contrasta con el azul del cielo y lo blanco de las nubes esponjadas.
Frente al Teatro de la Paz, el micrófono se vuelve un exprimidor de historias duras, que estrujan. Habla un potosino: "Nos secuestraron a nuestros hijos desde octubre del 2009... ellos estuvieron en la campaña de Fernando Toranzo (actual gobernador de SLP)... nomás nos los desaparecieron... pidieron dinero y lo di... pero no regresaron... me da tristeza que San Luis Potosí esté así... este no es el San Luis que conocí...".
Después de él, habla otro hombre, con lágrimas en los ojos y la voz desgarrada: "Yo no quiero acusar a nadie... pero a vista se ve que nadie va a meter las manos por mi hijo y mi nieto... a ellos me los secuestraron en una fiesta... no sabemos nada de ellos... acudimos a la procuraduría, a la Secretaría de Seguridad y ¿qué recibimos? nada... vengan mañana... íbamos y no nos recibían... lo único que tenemos es a Dios nuestro señor... señores discúlpenme". Y no habla más. Porque ya no puede.
Habla también Sebastián en una lengua indígena. Él mismo se traduce: "Soy gobernador comunitario... nosotros también hemos sido pisoteados... tenemos cuatro, cinco muertitos... nos despojaron de nuestras tierras... en lugar de escucharnos, las autoridades han tratado de callarnos... destruyen nuestra tranquilidad".
Hay más historias. Más gente inolvidable para sus seres queridos, olvidables para las primeras planas. Como Martín Herrera Ramos, quien cumple un año de haber sido asesinado. Recuerdan además a la degollada Saraí Mendez. También a Manolo, a quien "levantaron" en su propio negocio. Hablan de Edmundo Nava, a quien mataron el 28 de mayo del 2007.
Un señor de avanzada edad trata de llegar hasta el templete y lo logra. Sólo quiere que dejar la foto  de su hijo, Eduardo Morán, a quien secuestraron el 24 de enero de este año. El orador la recibe  y la enseña a las más de trescientas personas presentes.
Después de que se exponen a tantos muertos, en alguna parte de su discurso, Javier Sicilia menciona a Felipe Calderón, cuando a botepronto llueven mentadas de madre. Silbidos. El poeta se encabrita; son los minutos más tensos en lo que va de la Caravana. "¡No alimentemos el odio!... la paz no se hace mentando madres”, sostiene en la Plaza del Carmen. Después de que algunos increpan sus dichos, el grito de "unidad, unidad, unidad" se impone. Para el final, unos minutos de silencio. Luego abrazos. Y, con ellos, el consuelo para un San Luis desencajado.

Zacatecas, 6 de junio 2011.- Las estrechas calles del centro de Zacatecas se llenan fácilmente con el paso de los caravaneros. Al verlos, la gente sale de sus comercios e, incluso, se asoma por sus balcones para simplemente ver o aplaudir la manifestación.
En ese andar, Sicilia valora esta manifestación: "Creo que este momento es fundamental: recuperamos nuestro territorio, el territorio de todos... en una de las habitaciones de esta gran casa llamada México; Zacatecas es una de esas habitaciones... y es una alegría, en medio del dolor, ver a tanta gente en la calle, unida y exigiendo una dignidad, justicia y paz".
En entrevista, el poeta lamenta el allanamiento al centro de derechos humanos Paso del Norte, en Ciudad Juárez, hecho por la Policía Federal, lo cual ocurre de manera paralela a la Caravana por la Paz.
"Le pedimos al presidente Felipe Calderón que nos hable directamente... que nos diga si realmente va a escucharnos... para saber a qué atenernos... porque nosotros vamos a seguir con nuestro camino... nuestra caravana... pero que nos diga si va a atender nuestros reclamos... si nos va a brindar seguridad...".
-¿Cuál esperas que sea la respuesta?
"No lo sé, por eso la estoy pidiendo... espero que sea positiva... no espero nada... simplemente mando una pregunta y espero una respuesta... una respuesta convincente... digna de un mandatario... digna del hombre que está al frente del país y de las Fuerzas Armadas...".
-¿Confías en que dé esa respuesta?
"Pues sí, claro que sí... tengo confianza en él... y lo vuelvo a repetir: él y yo nos hemos hablado de corazón a corazón y estoy esperando esa respuesta de ese corazón..."
-¿No te ha hablado por teléfono?
"No, no... pero yo no lo pido personalmente... le pido esa respuesta para la ciudadanía... que se la dé a la caravana... a los agredidos... al padre Óscar, que fue ahora el agredido en el Centro de Derechos Humanos (de Juárez)".
Ya en la plaza de Armas, lugar del mitin de los dolores, habla Ofelia Castillo, una señora vestida toda de rojo, quien rompe en llanto como el día en que se enteró que "levantaron" a su hijo. Su voz desgarrada retumba en el lugar. Desde que se lo quitaron, está destrozada por dentro. Lo que la mantiene firme es la esperanza de algún día poder encontrarlo.
A su vez, Raymundo Romero recuerda a su padre "desaparecido"; el dolor lo consume; pero él no derrama lágrimas; se ha cansado de hacerlo; aunque apenas pueda leer una carta por la voz entrecortada. "Que nos devuelvan a mi padre", exige. Pero no hay destinatario, porque no sabe quién lo hizo ni por qué.
Más horrores, más preguntas. Ni una respuesta.

Rumbo a Durango, 6 de junio 2011.-El miedo se hace presente en el tiempo. Los organizadores apresuran a los caravaneros para salir de Zacatecas y llegar pronto a Durango. El temor es por la carretera. La hora. Quieren que no nos atrape la oscuridad de la noche y los criminales que se mueven en ella.
No obstante, la Caravana va bien resguardada. Elementos de la Policía Federal y las policías estatales la acompañan.
Apenas y se puede descansar unas horas en autobuses. Hay quienes prefieren apreciar el atardecer, o comer, o escribir sus notas, o platicar con el de al lado.
Llama la atención un pueblo llamado "El nombre de Dios", enclavado entre las montañas que esconden al Sol. Casas pobres, familias pobres, tiendas pobres, niños pobres.
Poco antes de las diez de la noche se arriba a Durango. El ánimo no cesa y comienza la primera marcha nocturna desde que inició la Caravana. Esta noche caminan por la calle 20 de noviembre, donde ya los puestos, comercios y tiendas se encuentran cerrados. Cientos de duranguenses se van sumando en el trayecto, hasta llegar a la Plaza de Armas, en el centro.
Ya en el sitio del encuentro, frente a la iluminada Catedral, son más de mil los congregados. Jóvenes y adultos en su mayoría; los primeros gritan, cantan y brincan; mientras, los segundos, cargan con pancartas, llevan a cuesta su duelo, su pesar, su historia.
"A mi padre le hubiera gustado estar aquí... pero lo mataron el sábado", se lee en el cartel de un duranguense que esta noche no quiere o no puede hablar, solo derrama lágrimas.
En el templete, comienzan a hacer denuncias de personas secuestradas. Madres, hijos, hermanos, padres... todos, con un dolor a cuestas. O con el miedo a flor de piel, olvidado un poco.
"No se me perdió una vaca... a mí se me perdió un hijo...", suelta una madre envuelta en lágrimas.
Al respecto, exigen en una carta: "La identificación de todos los cuerpos encontrados en las fosas clandestinas; la inmediata detención y el esclarecimiento de los responsables de las matanzas cometidas; y acciones inmediatas que terminen con la impunidad y la ilegalidad de los elementos de las corporaciones policiacos de todos los órdenes de gobierno".
Una esposa le llora a su marido desaparecido.
En este lugar, se forma una especie de rompecabezas de consuelo. Y es que Fernando Francisco, de 6 años, esperó cinco horas el paso de los peregrinos con el retrato de su padre en mano, para encontrarse con Sicilia. El poeta lo vio, lo cogió en brazos y sus lágrimas se entremezclaron. Uno sin padre, otro, huérfano de su propio hijo.

Rumbo a Saltillo y Monterrey, 7 de junio del 2011.- La noche pasada en una humilde escuela de Durango apenas y reconfortó los cuerpos fatigados. Y nadie pensó que éste sería de los días más largos.

En la carretera, hacemos un alto. Este podría ser un baño público cualquiera: no tan pulcro, con ese distintivo olor a orina y con inscripciones que invitan a tener sexo. Empero, en un mensaje escrito en una parte del cubículo que aparta a una de las tazas de baño, se lee lo siguiente: “El narco: es el dólar mexicano pero los muertos de hambre de los Z son una maña de cobardes pokiteros robapaleteros y asaltapobres Por eso arriba el Chapo!!! (él si ayuda al pueblo) Si conoces un Z marca el 6562645 pa que lo caguen los perros”.

El baño está ubicado en algún kilómetro de la carretera que conduce a la primera Caravana por la Paz de Durango, Durango a Saltillo, Coahuila, antes de una caseta de cobro –donde se hace un alto debido a una avería de uno de los autobuses.

Y justo al lado del sanitario, está una tienda en la que, luego de llamar varias veces, aparece el hombre que descansaba en la parte trasera, donde hay un aire acondicionado que ayuda a sofocar el inclemente calor.

-¿No tiene cigarros?- pregunta un reportero.

El hombre de unos treinta años, de peculiar acento norteño, señala que no hay ni una cajetilla.

-Desde hace más de 15 días que no me traen…

-¿Por qué? ¿No vende?-, cuestiona una periodista española.

-Es que han bajado mucho las ventas… acaban de correr a dos (empleados)… aquí había tres y ahora solo quedo yo.

La tienda se adapta al paisaje solitario, enclavado entre los cerros de un Durango narco.

No pasa ni media hora, cuando se pasa al estado vecino (Coahuila); los autobuses y coches cruzan el desierto que no tiene divisiones. En el kilómetro 316, se observa a lo lejos un cerro, frente al poblado La Cuchilla, Coahuila, donde se ve una enorme letra de más de seis metros: Z. Es su territorio. Territorio de los Zetas.

La zeta se queda presente en la mente varios kilómetros después. Aún con más mensajes que se ven desde la carretera, como uno que dice “No al heRMano”, en referencia a la obsesión de Rubén Moreira -hermano de Humberto, actual dirigente del PRI- quien busca convertirse en el próximo gobernador de la entidad.

Con dos mensajes queda claro: En Durango, Joaquín Guzmán Loera se ha metido hasta en el baño; mientras en Coahuila, los Zetas han escalado muy alto.

En Saltillo somos recibidos por el obispo Raúl Vera López, quien apoya a la Caravana con unas palabras de aliento y más de mil platos de comida.
Ya de noche, por fin se llega a Monterrey. Inmediatamente después de cruzar la caseta de cobro, se ven policías por todas partes. Federales y ministeriales. Nos custodian hasta llegar a la explanada del Colegio Civil. Ahí se congregan aproximadamente mil personas. Entre ellas, decenas de víctimas.
Una de las que toma el micrófono es la mamá de Juan Alberto José, quien vino de vacaciones y aquí desapareció, por lo que pide a todos "que me ayuden a localizarlo... vivo o muerto".
Desgarrada, nos cuenta: “Nadie me hace caso… por piedad, si alguien lo ha visto, ayúdenme… por piedad”. En eso, se suelta el grito “no estás sola, no estás sola”.
En tanto, otra madre de familia de esta ciudad asegura que las autoridades son en realidad "la delincuencia organizada".
Pese a que faltan unos minutos para que comience un nuevo día, Sicilia anuncia que serán recibidos por el procurador de Justicia de Nuevo León. Y hacia allá avanzan. Caminan ya pocos. Cansados. Pero animados.
En la sede de la Procuraduría, mientras Sicilia y algunos familiares de víctimas se reúnen con el Fiscal del estado para aclarar, por lo menos, 9 casos de desapariciones y asesinatos, los caravaneros cantan y bailan. Espantan el desasosiego. Tratan de olvidar lo cansados que están.

Ya al filo de las dos de la madrugada, en una improvisada conferencia de prensa, el procurador Adrián de la Garza Santos se compromete a hacer las investigaciones pertinentes. Este es, digamos, el primer fruto que deja la Caravana a su paso.

Los quince autobuses se van de la capital con dirección a Santa Catarina, Nuevo León. Pasadas las cuatro de la mañana, los acoge una escuela que, apenas salga el Sol, dará una grata sorpresa.

Rumbo a Torreón y Chihuahua, 8 de junio del 2011.-El sueño duró unas horas. El rumor de las voces de niños levantó a todos. Apenas y uno abría su casa de campaña o se destapaba la cara, y cientos de niños nos miraban, saludaban y reían con nosotros.
Es la escuela Bernardo A. Grousset, enclavada entre las montañas bañadas de Sol de Santa Catarina Nuevo León. Sí, la misma que recibió a los zapatistas hace más de una década.
En entrevista, la directora de esta escuela privada, Mari José Martínez Zambrano, precisó que esta escuela recibió al movimiento zapatista en 1999, aunque en aquel entonces eran muchos menos de los que ahora participan en la Caravana por la Paz.
"Estamos con muchas ganas de que México sea lo que antes era... no sabíamos qué tanto íbamos a poder (recibirlos) pero con muchas ganas lo hicimos... los niños no lo van a olvidar", dijo.
La hora de recreo para los pequeños es un tanto diferente. Algunos, toman una limpia, otros escuchan a los improvisados cantantes, y otros no dejan de observarte.
Cuando los chicos ven una cámara de televisión, gritan, corren y se emocionan con la presencia de los medios de comunicación de México y el mundo, que son parte de la Caravana.
Luego de esta acogida, es hora de partir con destino a Torreón, donde apenas un día antes habían masacrado a trece jóvenes, en un centro de adicciones.
Los caravaneros son recibidos entre lágrimas y una pregunta, literalmente en la boca: ¿Dónde están? En el Parque Venustiano Carranza se cuentan más historias de terror.
Con un clima de más de 40 grados centígrados, familiares cuentan a su o sus desaparecidos que no encuentran y a las que las autoridades simplemente no han ayudado.
"¿Qué puedo hacer yo con la autoridad si no me hace caso?... ¿dónde están? Mi hijo es un muchacho honrado y él dejó su trabajo porque se lo llevaron... pido el apoyo de ustedes para que me traigan a mi hijo y muchas gracias...", dijo primero una madre, con la cara llena de lágrimas y la voz desgarrada.
Luego, otra madre expuso su caso: "Quiero de regreso a mi hijo... yo sé que ustedes me van ayudar... por favor ayúdenme... tiene que regresar conmigo... él está muy apegado a mí... su edad mental es de 12 años... es de lento aprendizaje".
"Ya es preferible no tener gobierno... porque es nuestro peor enemigo", dijo otra madre.
En el lugar, se soltaron palomas en signo de paz, la cual ha caracterizado esta caravana. Después de todo esto, es hora de partir al estado vecino, donde seguro habrá más historias como estas.
Antes de arribar a Chihuahua, la noche nos atrapa. Y con ella, pasamos por pueblos que, por unas horas, dejan de ser fantasma.
Pasar por Camargo y Ciudad Jiménez es conocer verdaderos escenarios de guerra. Donde es casi imposible –hasta hoy- salir a las calles. Los habitantes de ambos lugares aplauden el paso de la Caravana. Su alegría y esperanza se vuelve nuestro entusiasmo para seguir adelante.
Después de la una de la mañana, se llega al Ángel de la Libertad, en pleno centro de Chihuahua. Algo ya ha cambiado: el miedo se esconde cuando la esperanza se pasea por las calles y hace suyas las plazas públicas.

Rumbo a Juárez, 9 de junio del 2011.-Como cada jueves, dos hombres no se cansan de inscribir, con un pico y martillo en mano, el nombre de Marisela Escobedo, justo en el lugar en el que cayó asesinada en diciembre del año pasado, es decir en la entrada del Palacio de Gobierno de Chihuahua, hasta donde corrió en busca de que le brindaran más seguridad que la que tenía en la plaza Hidalgo, del otro lado de la calle, donde mantenía un plantón permanente, en busca de justicia por el asesinato de su hija Rubí.
“No vayas por esa calle… mejor da la vuelta… es que ahí mataron al de la esquina”, refiere la vendedora de burritos, ubicada a una cuadra de la Plaza del Ángel de la Libertad, que se encuentra del otro lado del Palacio de Gobierno de Chihuahua.
Y es que éstas son las calles del terror, por hoy camufladas en un lugar donde se puede caminar tranquilo, gracias a la presencia policiaca, sobre todo de federales y estatales, que se despliegan al frente y a los alrededores de la imponente “casa de gobierno”, ahora encabezado por César Duarte.
Para las amigas de Marisela no hay ningún “nuevo gobernador” cuando trato de encuadrar las fechas de entrada de la actual administración, con la famosa muerte de la activista.
Las amigas de Marisela están justo en el mismo lugar en el que se encontraba ella sola con su demanda, su exigencia de justicia, el imborrable asesinato de su Rubí.
Desde el improvisado templete, frente al Palacio de Gobierno, Javier Sicilia llama a todos los que tengan un familiar muerto por culpa de la violencia y el caso no sea atendido por el gobierno, vayan y pongan su placa, con pico y martillo en mano. Para que el gobierno no se olvide que esa “casa de gobierno” es en realidad del pueblo. Para que no se olvide lo que buscan: justica. Y si no la hay, que pongan una placa si es necesario, pero que nunca se olvide.
Luego de esto, se parte a Juárez.
La pancarta de una juarense reconforta a cualquiera, pero más, mucho más a la Caravana por la  Paz, sofocada por el calor, agotada por el largo camino de parte de la geografía del terror: “todos son bienvenidos”, se lee. Desde un pequeño cerro en el que hay una iglesia,  ondean banderas, reparten incienso y saludan. Porque eso es Ciudad Juárez hoy. Saludar. Y ver a lo lejos o de cerca este movimiento que rompe de tajo el miedo. Rompe la regla no escrita de no salir a las calles cuando “se haga noche”.
Hay que pasar dos retenes para llegar por fin al epicentro del miedo y del dolor. Por la carretera, en el puente del kilómetro 20, se encuentra incluso a un juarense en silla de ruedas, acompañado por su “señora esposa”  y sus “dos queridas hijas” en el Juárez que esperan que “vuelva a ser como antes”.
“Estoy soñando o vienen sonando campanas”, pregunta una joven juarense a su grupo cercano, en referencia al toque de la campana que se ha escuchado durante todas las marchas por la paz.
-¿Usted es de aquí?- le pregunto a la muchacha.
-Desgraciadamente…
Además, una anciana carga con una pancarta: “Estamos hasta la madre de los secuestros”.
Rumbo a Villas de Salvárcar, gracias al tour del terror ofrecido por el periodista Antonio F. Schroeder –quien conoce a Juárez como la palma de su mano-, se puede saber varias cosas: que los autos amontonados por ahí se usan para pasar droga; que lo más parecido al recibimiento que se le da a la Caravana es cuando se celebró el ascenso del equipo de futbol Indios a la Primera División; que en tal tugurio mataron a tantos; que a esos comercios les cobran “la cuota”; que los juarenses sienten el mismo miedo por la presencia de los policías federales que por los grupos criminales; que “la plaza” se atascó de sangre desde que Joaquín, el Chapo, Guzmán, la quiso sólo para él; que a donde vamos, hay un espectacular parque que el gobierno federal construyó luego de varios estremecimientos ocurridos, por ejemplo con la conocida masacre de 14 estudiantes, a los que en principio Felipe Calderón vinculó con bandas delincuenciales.
El parque de Villas de Salvárcar luce impresionante. Es un oasis en medio de este desierto de tristeza en el que, por el paso de la Caravana, se congregan decenas de habitantes del fraccionamiento del miedo. Son tantas las historias de dolor, que rebasan la madrugada. (…)
“Un grito para que se vaya la tristeza”, pide Julián Le Barón, convertido ya en un pulmón de la caravana. Pide un grito para esto, un grito para lo otro. Muchos gritos hasta vencer el miedo. Hasta pasar las tres de la mañana.



Ciudad Juárez, 10 de junio del 2011.- En el campo algodonero, donde encontraron mujeres asesinadas, las madres claman justicia para sus hijas muertas. “Desde este campo exigimos al gobernador, al presidente municipal, a la Fiscalía y a los policías que dejen de humillar a los juarenses”, exige Sicilia. “
Caminar por aquí es darse cuenta que el algodón se terminó porque brotó la sangre. Y el miedo también.
Se avanza.
Un señor en silla de ruedas, otro con sombrero, otro durmiendo; una mujer tomando un agua fresca, otra muy atenta, otra tomando fotos; varios jóvenes, varios viejos; son más de doscientas personas, varios juarenses, y por lo menos uno por cada estado de la República. Es el Honorable Congreso de la Unión del Dolor que inició sesiones este histórico viernes 10 de junio del 2011, en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
Son varias mesas en las que se trata desde la justicia hasta los indígenas. Desde educación hasta pobreza. Duran más de tres horas. El borrador del pacto por la paz queda listo, entre prisas y agendas encontradas. Que sí al juicio político, piden unos. Mientras otros tienen sus reservas.
Cae la noche. Y luego de más historias, entre lágrimas, aplausos, banderas blancas y la bandera de México, Javier Sicilia firma en frente del Monumento a Benito Juárez, a las 9:54 de la noche (tiempo local), 10:54 tiempo del centro del país, el Pacto Ciudadano por la Paz con Justicia y Dignidad, que recoge el dolor y el miedo de miles de mexicanos. Una esperanza para los vivos en el país de los, entonces, 40 mil muertos a los que la justicia los ha olvidado. Pero sus familias no.

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