jueves, 12 de mayo de 2011

Emilia Fraijo y su fiesta muerta



Marco A. Bravo  *Texto y foto

No se pudo realizar la fiesta. Las  cinco velas del pastel  no se prenderán,  la piñata no recibirá ningún golpe, no se escucharán las risas ni se verá el correr de los niños; el confeti y los globos permanecerán en la tienda. La celebración de cumpleaños que Abraham Fraijo Razcón deseaba realizar cada año para su pequeña Emilia, será imposible ante su ausencia.

Emilia Fraijo Navarro debió celebrar sus cinco años de vida con familia y amigos, en marzo pasado. No fue así. Ahora solo se recuerda su fallecimiento y el de 48 niños y niñas tras el incendio de la Guardería ABC en Hermosillo, Sonora, ocurrido el 5 de julio del 2009.  

La vida de Abraham tiene, a partir de esa fecha, un sello de amargura e indignación, una marca que también se refleja en su piel, con dos tatuajes del nombre de su difunta hija, contorneados por catarinas que evocan el disfraz de fiesta que utilizó Emilia en alguno de sus aniversarios.

Los días compartidos entre Emilia y Abraham forman un  pasado feliz; para el presente, solo queda melancolía de aquellas anécdotas, las cuales imprimen nerviosismo en la pasión fotográfica del padre; lo hacen titubear en instantes en los que tiene que apretar el botón de la cámara para obtener la fotografía,  sin embargo las imágenes capturadas revelan que  su  inspiración la encuentra en su pequeña.

Año tras año  se conmemora la tragedia de Hermosillo, los minutos de silencio en su honor no faltan por aquellas personas consientes que expresan su sentir al gritar: “Ni perdón, ni olvido”. Sin embargo lo único que tiene vida es la impunidad.

La “Guardería”, escenario en donde se desarrolló el incendio, era  una bodega improvisada para el cuidado de los infantes entre once meses y cuatro años de edad, instaladas por contratos corruptos e ilegales emitidos por el Instituto Mexicano del Seguro Social en donde los responsables que pudieron haber prevenido los decesos de los infantes menores, viven libres, sin cargos judiciales y algunos de ellos continúan en el ámbito gubernamental.

Los proyectos de los padres para festejar los cumpleaños de sus hijos muertos han sido sustituidos por la organización de marchas, protestas y acciones ciudadanas en donde reclaman, con rabia, justicia, tras el olvido que las autoridades federales y estatales han mostrado en este caso.

La  marcha más reciente en el Distrito Federal se efectuó el pasado 5 de marzo en las escaleras del Ángel de la Independencia, con banderas azules y rosas ondeando en la parte baja de este monumento, en donde se pasó lista de los niños muertos, tras nombrar cada uno de los nombres y apellidos de las víctimas, a lo que las personas solidarias y simpatizantes de la causa respondían con la frase: ¡No debió morir¡

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