lunes, 28 de marzo de 2011

Santo y seña*

Marco A. Bravo



Joaquín Guzmán Loera, el Chapo. El 19 de enero del 2001 se metió a un carrito de lavandería que fue cubierto con una sábana y encima le colocaron un colchón. En su celda, para impedir que se pudiera observar a simple vista si permanecía en su estancia, se puso una cortina. Nadie volvió a verlo en la cárcel. Se fugó del Penal de “Puente Grande”. A más de diez años del hecho, y en plena guerra contra el narcotráfico, no han podido capturarlo. O no han querido. Aunque hay un obispo que ha señalado que está en la Sierra de Durango. Hoy comanda el Cártel de Sinaloa. Es uno de los hombres más ricos de México, aunque parezca que se lo tragó la tierra. Tierra de él. En un país de narcos. (Edición: Marco A. Bravo)

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